miércoles, 29 de octubre de 2014

Vení mi abuelita, vení acá, a mi lado
quiero que charlemos de cosas, de historias...
Las tuyas, las mías, las bellas y las otras...
las cosas del alma.
Observo tu pelo, que refleja los años pasados...
Esas arrugas, testigos del tiempo...
Cada una de ellas conoce su dueño...
Dime,  abuelita, ¿Cual será la mía?
Sírveme otro mate, con esas manos...
ellas son las mismas que me acariciaban...
las que me acunaban, las que me abrigaban...
las que me cocinaban la mejor comida...
y las que arreglaban mi ropa estropeada...
Estuvieron cansadas y tímidamente recorrieron mi rostro,
que apenas distinguen tus pesados ojos...
esos ojos puros... llenos de esperanzas...
colmados de asombro...
Ellos descubrían mi alma apenada,
mis luchas, secretos, angustias, silencios.
Tú siempre supiste lenguajes del alma
ese que hoy me sirve para hablar contigo...
el que siempre ayuda a decir las cosas que salen de adentro...
que vienen del cielo... que huelen a limpio...
que saben a dulce...
Te vi encorvada, tu espalda pequeña,
tus hombros caídos, tu cintura breve,
el paso es más lento y tu voz bajita...
¡pero eso que importa, terminaste tu obra...!
tiene treinta años... o quince... o cincuenta...
es lo que cuenta.
No... no apuraste tu paso...  no era necesario...
¿Y sabes una cosa?...
Te traje unas rosas... las que te gustaban...
las rosas, las blancas, ...
Eras La Reina... la Dueña.
Como dueña eres de toda la historia...
Historia que todos también somos parte.
Todos los que estamos y los que fueron...
Aquí está tu mate... tómalo con tus manos
y compartí conmigo, con ellos... con todos...
Vení, mi abuelita, sentate a mi lado,

sigamos hablando...

domingo, 31 de agosto de 2014


Mucho tiempo pasó, tantas cosas vividas, buenas y malas. Momentos de preocupaciones, obligaciones, reflexiones, desánimo… tristeza, rendimiento, aprendizajes, intentos de aceptación y confianza, en fin, situaciones difíciles, esos altibajos que la vida me exigió a vivir.
Una persona una vez me dijo: “Es el primer golpe fuerte que te dio la vida…” Y creo que así fue…
Vivir un momento en que una sabe que siempre llega, pero nunca lo pensás ni lo imaginás. Tener que dejar ir a la persona que más querés, y aceptar la situación, ese ser que era mi otro yo, eso fue lo más difícil que me pasó.
Todos tenemos un cómplice que nos ayuda a usar el corazón, pero cuando ese cómplice ya no está… Hay que aprender a ser.
Yo creo que fui viviendo momentos de altibajos buenos y malos. Llegué a tocar el dolor más profundo del pozo, ese pozo en donde hay de todo tipo de emociones y sensaciones, tanto así que tenía necesidad de estar bien. Es tan difícil soltar, que cuando crees hacerlo, generalmente volvés a recaer e intentar empezar una vez más.
Me di mi tiempo, de a poco fui volviendo a ser yo, tal vez un poco distinta, pero mi esencia es la misma. A mirar las cosas con diferentes ojos, a respetar,  a aceptar, a valorar, a cuidar, a bajar la mirada y dejar pasar, a perdonar, a expresar los sentimientos, pedir ayuda, agradecer a la vida por todo, principalmente por el mayor regalo del amor, de las personas que  estuvieron y las que están, a disfrutar de las cosas…
Hoy todo es tan distinto, ya nada es como antes, y como no queda otra opción no se puede volver una y otra vez a lo que ya pasó. Es necesario aprender a cerrar ciclos, porque en definitiva la vida es la que te exige a seguir para adelante y no te queda otra opción, porque lo que ya pasó y lo que ya no está, no volverá. Lo único que nos queda es el aprendizaje que nos dejó.
Por eso, es necesario cerrar las puertas y empezar a confiar en lo nuevo que vendrá.

 CERRANDO PUERTAS Paulo Coelho
Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
¿Terminó tu trabajo?, ¿Se acabó tu relación?, ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje?, ¿La amistad se acabó? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente "revolcándote" en los por qué, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste va a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir! 
Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros.
Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación.
Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente…
El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú… Suelta el resentimiento. El prender "tu televisor personal" para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte lentamente, envenenarte y amargarte.
La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando "puertas abiertas" por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones? , ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.
Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida. 
Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a este mundo, llegaste sin ese adhesivo. Por lo tanto, es costumbre vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir. 
Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Por eso cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate.
Hay muchas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. ¡Esa es la vida!
 
* MiMi *